He
transitado por muchas largas y amplias avenidas y un sin número de jirones y calles
olvidadas; he visto morir el sol en una solitaria esquina de la vida; y, en
cada desolada sombra del crepúsculo, mi isla desértica deja huellas difíciles
de andar.
Con
pasos parvos camino en mis pasados que van dejando alientos tibios en los
puertos de todos los hombres, en cada senda dejada a lo largo del charco.
Todos los concretos del
destino se han roto como un débil grito en solitario, roturando mis tenues salidas. En cada
travesía se ha combado en la soledad del campo, preguntando por la pileta de la
cuadra; se han silenciado los patios de los cielos al sentir los taciturnos
movimientos que
han pintado, como garúas, las veredas
del último tiempo.
Lento
han pasado los momentos de aquellos paisajes albos que acariciaron mis oxidados sueños y guardan
aun ascuas remembranzas de besos idos.
Todo
está poblado de raudos e ignotos senderos, vacíos ríos que conducen hacia la
nada, solo seguimos a muchos que caminan a ningún lugar y caminamos los mismos
caminos ya recorridos, están cansados de tanto tropezar con las mismas cosas:
la misma mesa de siempre adornada por una botella andrajosa rodeada por vasos
viejos y bebiendo los mismos extintos.
Los
exangües hundidos en el Bar de la historia conversan los mismos temas podridos
y en el macetero del engaño florece la traición perfumada por la maldad.
La
ciudad se encuentra vencida por un paisaje desolador poblado de calles pintadas
de míseros caminantes estirando las manos. A lo largo de las avenidas
pinceladas de ollas y platos en baldes con agua moribunda van alimentando a un
mar de hombres en olas de miseria, hundidos en la delincuencia y matándose con
la droga y el alcohol y, en cada esquina fría y huérfana esculturas calman
lascivos tratando cómo aplacar su hambre.
Todo,
todo.
Todo…
Está
igual.
Contaminado
por la corrupción, atrapado por politicastros ignorantes hambrientos por
enriquecerse, abrigados de sicarios y ladrones dispuestos a hacer lo que se les
ordene.
Todo
está podrido,
todo
está infectado,
todo
está extraviado,
todo
está muriendo a milésimos de segundos comiéndose a sí mismos, bebiéndose su
propia sangre para seguir viviendo en la basura y de la basura en un hermoso
océano de olvido.
Ahí,
se
abren caminos albos,
amaneceres
libres iluminado de arreboles el alegre ocaso y,
en
las noches titila el faro de la libertad.
Y,
muchas flores sembradas viven en todo los caminos del tiempo,
flores
que adornaron mi triste jardín de otoño,
flores
que hallé recorriendo avenidas floridas con mi parvo andar y he encontrado mis
tardos pies por jirones deshabitados,
he
rengueado por calles derrotados.
He
transitado a tren,
automóvil,
bus
bebiendo agua huérfano,
comiendo
pan duro y cultivando el jardín.
Tomé
del jardín la flor más cálida,
más
fresca del valle,
más
tierna de pétalos abrigados por la brisa del Killkay,
la
flor del río,
la
flor del valle,
la
flor del campo,
la
flor del tiempo,
flor
de mayo que envuelve la luz de mis ojos,
flor
que alimenta mis cantos de triste gorrión,
flor
que en mi paleta los pigmentos base, pueblan tu vida, colores de otoño pintan
una azucena en primavera.
Todos
los colores del tiempo se han pintado en mi corazón como en un sensible lienzo
hermoso hecho de lis carmín, e hizo la metáfora de café temprano traído en
pétalos de amor.
Las
flores de mi camino triste se fueron quedando atrás, iban quedando en el
inmenso recuerdo que ahora solo en una sombra respira a borbotones.
Y,
flores solo son flores que duermen en una vereda solitaria por donde solo
transitan grises recuerdos; en ríos helados van llevando muchos caminos a la
espalda tatuada que aún respira por la misma herida, vaga por aquellas
solitarias praderas navegando largas plazas de amores caminos solitarios.
Lima, otoño 2019.
Cinco
(Canto a la mujer solitaria)
1
Hoy temprano
me senté a tomar
el desayuno,
se me resbaló la azucarera,
el azúcar se tendió a la mesa,
sangró el pocillo,
está en la mesa la miseria,
entonces te amo,
cuando nos sentamos
a tomar el desayuno,
ahora mi corazón herido
apretando a mis senos
a nuestro hijo
vengo a visitarte,
vengo a contarte
las mil y una noches
de nuestros días,
la lucha de siempre
para sobrevivir…
pero de tus labios
brotan esperanzas:
ya no sufrirás más
todo cambiará
con la nueva aurora…
2
La casa
donde vivimos
resiste el recuerdo
junto a la puerta destrozada
por la furia del huracán.
Aun los cristales de las ventanas
yacen en el suelo
como sembradas de estrellas
desde que te llevaron,
llora nuestro hijo,
nos haces falta.
Cuando
leo lo que escribiste,
tú vives
en toda lucha,
…sigue tu rúa…
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