sábado, 19 de julio de 2014

POETA HECHIZADO POR UNA BELDAD


                                             JOSE DAED

                                                         *Por: Ken Sánchez 




Llovía.
Si, llovía.
Aquella tarde llovía.
Era una lluvia muy suave, ligera, que hizo que los transeúntes se arrinconaran en los portales de la avenida Luzuriaga, para ser más preciso, en los portales de la ESFA, un sin número de gentes se juntaron ahí.
José también se encontraba en ésa misma muchedumbre que se protegían de la llovizna; entonces, una muchacha de cabellos negros onduladas, de faz redonda, de estatura mediana, de nariz respingada, se acercó cerca de él, pudo ver aquellos ojos que derramaban una mirada que de momento lo hechizó al poeta, que rimó muchas veces del amor su pasión y de la muerte su alegría:

“Ely, lozana como un clavel
Atraviesa la pista…”

Desde ése, 
desde momento,
desde aquél instante que la vio cruzar la pista, ya jamás pudo sacar de su mente a aquella, a esa beldad que embrujó su corazón, sui alma, amor por completo.



José Daed, natural del pueblo que duerme cerca al mar, pequeño pueblo llamado Cobatierra, que es distrito de Paramonga; sus padres fueron: Lucila Villacorta Bautista y, Mario Castillo Solano. Continuaremos con las mismas palabras del poeta: 

“mis padres por los azares de la vida, ellos se pararon y yo acabé afincado en Huarás. Un fragoroso terremoto (1970) conmovió mis entrañas infantiles: Mientras otros cargaban con lo más valioso, yo, mi hermano Jorge y algún primo, buscábamos libros entre las ruinas. Estudié mi secundaria completa en el Colegio “La Libertad”. Luego me dediqué a la vida errabunda (la calle fue mi universidad), siempre escribiendo y borrando y volviendo a escribir” 

Así, de ése mismo modo José, de algo tuvo que vivir, no sé precisamente en que momento empieza con la venta de libros, pero, desde hace mucho tiempo lo cual realiza hasta el momento.
Conocí al poeta, en sus quehaceres diarias de venta, desde aquél momento cultivamos a una amistad franca y verdadera; nos conocimos cuando adquiera algunos libros, desde muy pequeño me interesó la lectura, por lo tanto siempre llegaba a comprar libros y libros al costado de la ESFA, donde tenía su puesto José, allí, sí ahí en los po0rtales en la que conoció a Ely, ella que es la que envenenó su ser y hechizó su alma y atormentó su corazón.

Ella, siempre muy amable llegaba a endulzar sus labios, su boca donde José la ofrecía unos caramelos con los ojos radiantes de emoción; sí, en ésos momentos su mente la dibuja en largos versos toda la anatomía de su alma, de ser, iba paso a paso recorriendo todas las avenidas de su hermoso cuerpo poblándose sus hojas de cuaderno en un ir venir de ella al son de la música la amaba en silencio deshojando ilusiones que se perderían con el pasar de los años.

Ely, no intuía que era asaltada por aquellas miradas de unos ojos que desnudaban para un dibujo excelente modelo, pero ella, seguía en su belleza dormida ante las miradas homicidas del poeta; eran perseguidas por aquellas miradas hasta desaparecer en lontananza de la avenida Luzuriaga; en su mente la imagen de ella estaba grabado desde aquél día en que ella la clavó la mirada de sus ojos que no puede olvidar; he aquí un par de sus inspiraciones:

FLOTAS

El cielo anuncia la lluvia.
Risas de muchachos pueblan
los portales de la ESFA.

ELY, lozana como un clavel, 
atraviesa la pista,
como llevándose las últimas luces
de otra tarde más que Huarás soporta.

El piano habla de un mundo fabuloso.
El rostro ocre de los transeúntes 
hablan de un mundo que no sabe de pena
del pobre, ni de sus tronchados ilusiones. 



ELY va andando sobre el cemente de la plaza.
Su perfecto cuerpo parece flotar en el aire.
Su ondulante cabellera larga absorbe
los últimos rayos de esta olvidada tarde.

Bramar loco de carros destartalados.
Algunos aletazos de vientos furibundos.
Algunas gotas de la lluvia que se anuncia.
Un perro flaco se pasea entre las flores
de la plaza, como buscando algún olor.

ELY se pierde por algún sector
de la plaza: ahora más triste que nunca.
Sin verla ya veo a la bella,
Caminando, luciendo su perfecto cuerpo,
flotando en el aire de esta olvidable tarde.

Llueve…lluvia, hermosa líquida, lluvia…
Si pudieras barrer con toda la podredumbre
y dejaras lo bello para cielo de mis ojos.
Si pudieras destartalar la roca
que mi hermano lleva sobre el hombro.
Si pudieras borrar la pena
que, ahora, empeña mi faz marchita.

¿ELY?...si, perdóname, hermosa…
Irá dibujando pasos perfectos
por algún camino huaracino.
Irá flotando en el aire,
tarareando algún romance
inspirado en los colores alegres
de las flores de la plaza de armas.

Yo cierro los ojos
para no ver el rostro triste de la lluvia,
los portales que se ponen más tristes
cuando se siente una pena interminable.

Quiero ser ciego
para no ver lo que describo,
o, mejor aún, quiero morir
para no tener conciencia de la roca infame
que carga el pisoteado, el escupido, mi hermano.

Eso quiero. Ahora es la hora de la lluvia.
El poeta puede callar hasta otra oportunidad,
o hasta que aparezca ELY
con su belleza en flor.



Pasaron los años sin perdón dejando sus huellas en cada lías de la cara.

Había pasado muchos años que no la vía por donde los pasos perdidos los guiaba, así, José cavilando en recuerdos que se fueron como un vendaval para en su fuga fugaz, pero, él, en su puesto de libros, garabateaba algunos momentos, de aquellos instantes en ella se acercaba a adquirir un sublime y calmar el frio intenso de las tarde en Huarás.

Pasaron con un rayo de luz se filtra por una hendedura, así su alma se sintió invadido por recuerdos aquella tarde de julio cuando la vio pasar por la plaza de armas, por donde muchas veces se perdió en lontananza; aquella tarde también se perdió como siempre por aquella plaza de armas que tanto ama y también un poco la aborrece, porque siempre se perdía por el mismo lugar de siempre, por allí siempre de desaparecía.

Después de un par de años, la volvió a ver, la vio, pero no sola, sino acompañado de un niño y un joven que iban de la mano sin dejar de ser siempre, entonces en su mente de poeta, rimó por un instante: ella es mamá del niño, el joven es su papá, entonces, ella y él, son esposos y el niño es su hijo, como pasan los años dejándonos heridas que nunca podrán sanar y días que nunca volverán.


ELY DE MI VIDA

¡Vi a Ely!
¡Vi mi vida

Lámpara de mi verso.
Luna de mi juventud ajada.
Sol de mis rebeldes ideas.
Flor de mis vías cohibidas.

¡Vi a Ely!
Aleteó primaveras
mi vejez amarga,
pues su juventud huidiza
agoniza junto al durazno.

¡Vi a Ely!
Vi a mis jóvenes células
cabalgar sobre corceles de alegría
vi a Castillo Manuel
comerse la sombra de Manuél Castillo.

¿Vio mi carne aún palpita
y entona arias dulces
a los tandones filiformes 
de su dorada juventud?

¡Vi a Ely!
¡Vi mi vida!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LIVIDA VIDA

  V ivir en una mística comunión con la muerte, oír su voz redentora y contemplarla, cuando corre rauda o bisbisea, cruzando el umbral de nu...