NUESTRA PALABRA
Económicamente
estamos al ras del suelo por despido judiada de Alberto Fujimori, presidente de
entonces. Por excedente perdimos la Estabilidad Laboral para siempre; sin
beneficio familiar ni un céntimo para comprar un pan. El Fujimori y sus huestes
bestiales, pasarán a la historia, como los responsables por profanar los
Derechos Humanos (DD. HH) y del genocidio que no tiene parangón en la historia
peruana.
Así,
jodidos con penuria sobrevivimos, superando muchas dificultades durante la
existencia. Con ese sentir profundo amamos más el dolor humano, gazuza, la mengua
y, a los que nada tienen.
En
esas condiciones, no apelamos a la mentira ni a la vindica, sino a la verdad, solamente la verdad hace vidente a los
ciegos. Con honestidad, pulcro y actitud solidaria trabajamos los gustos
literarios y conducimos la prensa por el camino certero, con ideas de avanzada
que prenden en la mente humana.
Hablamos
un lenguaje áspero y duro, la enconada lucha ideológica y la vida dinámica han
sido tanto así, ásperas y duras, crecido y formado en concatenación armoniosa
con la Naturaleza, la única e inagotable fuente de todo el éxtasis.
En
una parrafada férvida, surgieron algunas preguntas: ¿Cómo se escribe una novela
o, un cuento? Escribimos y dibujamos con el lápiz proletario de punta ígneo,
todo lo que vemos, escuchamos y sentimos en la realidad, siendo reflejada en la
literatura, en su esencia interna; en su movimiento histórico y social, con la comprensión de las leyes más generales
del desarrollo de la sociedad y el pensamiento humano.
Vivir
para escribirla en ceñudo. Escribimos diario los géneros literarios, al igual
la filosofía científica, la política, la historia y la realidad económico-social
del país y resto del mundo, constituyen una unidad dialéctica. Trabajamos con la mente fría, la pluma en la
mano para las masas, allí encontramos el eco que suena a la hora del alba sus
vibrantes armonías. En las masas populares oprimidas, dejamos el cáliz de
nuestra alma con una hermosa huella de la historia en proceso de gestación, en
que las bellas letras brillen igual a una diadema de luz divina.
La literatura social con rico odorífero,
es un arte destinado a fecundizar el mundo. Entretanto, los
intelectuales aburguesados, piensan y escriben en un arte destinado a mejorar
sus cuentas de dinero, viven de rentas con fórmulas a enriquecerse
ilícitamente, les gusta manipular la ciencia por amor al dinero y, ganarse
premios de toda laya.
Nosotros
estamos detrás de la Hermandad, sentimos profundamente la dulce poesía del dolor, del hambre, de la vida de la sociedad y del
hombre, que por la vida más humana lucha.
Las
obras de los escritores burgueses de la más rancia, repetidos cuantas veces,
ningún interés despierta en la población, porque no hay Calidad Literaria ni Trabajo
de Investigación Científica, por eso, no trascienden más allá de sus sombras egoístas,
igualmente no reflejan las leyes objetivas y se les cae de las manos sedoso y tembleques
la lectura dialéctico-ideológica de la historia, la cultura y la literatura,
sobre todo en los tiempos contemporáneos y brutal embestida del capitalismo
neoliberal, los fauces voraces; sumisos a sus amos prefieren y defienden al Estado
del buen salvaje.
No
somos admiradores ni seguidores de ninguna jijuna, solamente harían los perros
sin dueño.
Valoramos
únicamente a los que tienen boca de oro, que piensan y escriben mejores
cerebros del género humano, del que manan novedades rutilantes para saborear,
devorar a gusto y con premura. Los genios van solos, como las águilas de
alma roja que aspiran a la libertad del pueblo.
A la
maravillosa patsamama amar sobre todas las cosas, allí está todo, cuán luz
coruscante alumbrando, el sublime Libro Universal.
Centenares
de volúmenes escritos, compartiendo con dulzura el tiempo y espacio distinto,
imposible publicar en Tomos por la carencia de medios económicos. Sin naufragar
con la pálida orquídea al corazón herido y arredrar, con valía salimos con las colecciones
chispeantes en series de la obra: TERTULIA EN LOS ANDES, apareciendo en
determinado orden temático e inteligible, llevando a la sociedad la brillantez
del saber y la libertad de faz radiante.
La
lectura de la realidad, es un proceso de una facultad para dominar todos los
conocimientos que es inagotable como el cauce del río, a la sombra de los árboles
se columbra mansamente agitado, reflejando en sus ligeras y argentadas burbujas
el alborear de la alborada resplandeciente.
La
narrativa se nutre de valores, usando la épica de la batalla para producir una
vigorosa erupción de la temática revolucionaria y de amor por la vida en la
literatura, opuesto al subjetivismo y ponzoño con lastre de la ficción, que
envenena la mente humana. La novela es realista y crítica progresista,
sin lugar a dudas.
HANANPATSA CHIPIAQ
(Espejito del cielo)
Por
entonces, vivía un pastor diestro de ovejas, de
nombre Helacho, el “usha mitsipacoq”,
muy adorado por sus padres, hijo primogénito confiado en todo, en especial de
la jauría.
Con
galanura vestía traje de cordillate de los aldeanos, sombrero de qachi a la
pedrada, pañueleta al vuelo de lana y shucuy de pergash bien puesta.
El
mozalbete nativo de ovalado rostro, caballera negra y lustre como la azabache, de tes tostado por la qaja de la gélida
puna de Jahuaqocha.
Los
rayos del Tayta Inti a semejanza de la serpiente de fuego levantó en el
horizonte enrojecido, anunciando con fulguraciones de matinal y aura templada
los rigores del Ande, al hollar los pastizales encontró una flauta de qhori en
los matorrales del puquial de gracia, ora las flores que en torno crecían.
La
halqa frígida, pinta de colores tentativos el paisaje de valles fértiles,
esplendor en las llanuras extensas, cubierto de pastos de lozanía en
florecimiento de gayas flores: atasuco, rimarima, taulish y tamiahuayta.
El
paisaje con su belleza nos invita a soñar a hembras ígneas de hapalanqocha,
jahuaqocha y huagrishqocha a rutilante que fulguran al Inti de las hancas de la
Cordillera Huayhuash, alberga importante diversidad de recursos naturales, los
que fueron utilizados en épocas gentiles, preincas pasando por la llegada de
los portugueses y los esbirros españoles.
Jovial
llamino tras las mansas ovejas, entonando la música halqina, en un momento
preciso corre hacia las aguas de la laguna a mojarse la cara, y es sorprendido
con energía por el susto atrapado con la frente perlada de sudor, viendo su
propio rostro en el agua, esa imagen igual la suya, quedando pasmado lleno de
espanto, camina con pasos flemáticos a la choza, ante sus padres y vecinos
vencido con la fatiga les contó todo lo sucedido:
Papachitu, papachitu, mamachita, yayay,
aylucuna, taytituy, cayrán mansacayqaa, shonqolapis nanacuycanmi taqay qocha
yacuchu, kiquetami ricasqii, lapan patsapis qishpin, chipian shumaqlami
hanapatsapis, hircacunapis, cuyay yuraqhoqshapis, pasaypami. Rasulampa, acumaskii ricaq, taqay lapanmi
shumaq pasaypa, qochapis, hircacunapis.
Tayta, yaya, huaqecuna, aylucuna:
cananpitaqa ali cuyashun, huaylushun lapan shonqontsihuan, cahuaynitsihuan kay
mamapatsata, paimi kahuaynitsiq lapantsipaq, qomantsiq lapantami hasquinhuan
qonomantsiq.
Desde
pequeño Helachito se caracterizaría
por su índole afable y franco que le granjeaba simpatía entre los vecinos
crianderos. Apegado a la música con su instrumento de flauta y aún, utilizaba
las totoras cantarines, configuración de pututo al tañido de los ecos del Ande.
El prodigioso
paisaje de Jahuaqocha, es espejo de agua purísima de color verde turquesa: “Espejito
del cielo” y sus picos nevados de Paria, Rondoy, Jirishanca, Yurupajá, “Yuraqhoqsha” o sea, paja blanca, nombre
desde los gentiles, pero unos estólidos y granputas ajenos, cambian el nombre
correcto, como cambiarse calzones fétidos; Siulá y varios que parecen rasgar el
firmamento azulino.
El ushamitsipacoq,
con entereza soplaba la flauta, brotando a lluvias notas musicales y las
avecillas en miríada, daban al viento sus primeros gorjeos y el aura se
convertía en la prolongación infinita de un suspiro de amor eterno, la halga
alalaq atsiqchaba de kushicuy. Su corazón latía presuroso henchido de nostalgia
y regocijo, tocaba dulces melodías. La brisa trajo a su oído una canción
fascinante.
Con
su flauta, cantando en tonos finos pasaba las noches enteras a luz de la
mamakilla, refugiado en el corral abonado con guano natural, llamando a
shumaqla qipashtsita de figura rosadita y rica para calmar el apetitoso sed de
idilio incansable.
Lindísimas
horas pasaba, sosegado en la mullida alfombra del verde prado con la sombra
placentera de qenua, tocando el sutil instrumento, cada vez con mayor
intensidad en el corazón de turmanyu de los Apu con exaltado júbilo.
Se
disponía descansar un momento, cuando en ese espacio se perdieron las ovejas
con sus respectivas crías, un susto sin perdón, regañado gravemente por sus
padres, le castigaron, él, al huir amaneció en la cueva, abrigado con las
hoqshas en compañía de sapchita. Helachito quería mucho a sus ovejas.
¿Quién así, se preocupa por los más pobres
tanto como aquel pastor por sus ovejas? Nadie,
sólo reina la frialdad; el egoísmo, la opresión, el hambre y la miseria maduran
cada día más.
Piadosamente,
con lágrimas en los ojos de tanto llorar vuelve ante sus padres, pidiendo
perdón, concedido se abrazan mutuamente con el alegre silbido del pajonal jahuaína.
El
matutino se aleja a la lontananza, arriando a la jauría, ejecutando la música
con la flauta, como los pajaritos de mishki takiy, pilpish con alegría aletean
sedosas alas, el cóndor visionario obra de enormes yana ripras muy abiertas, en
su gesto apacible.
“La
naturaleza es un vergel en inmensa florescencia, la ráfaga del aire, las
embravecidas qarúas, el rugido de la patsamama rechaza la invasión, la estadía
contaminadora y depredadora de la manada de los turistas gorrinos: “Raza de víboras”, famélicos y sus
lacayos. La cultura turística de Jahuaqocha no es la de hurtar ni contaminar
atrozmente, sino la de amar y conservar la naturaleza y el ambiente maravilloso.
Los
hijos de nuestros hijos puedan encontrar todavía la tierra bella y habitable
como salió de las manos de nuestro kamakoq.
PULLAQ
CHIUCHI
En Rondoy
está lloviendo con tronido, la choza humarada de la colina en floración,
permanecía con una ligera niebla aquella rafaguilla de viento, el palpitar de
los nevados centelleantes de Paria, Rondoy; el aullido del atoq desgarró el
silencio del día, interrumpiendo el gorgorito de acaccluy, lo que sucedió que
un zagal al pastar a mansos rebaños de las ovejas en pullaqcuta, lindo puquial
burbujeando cualitativamente en movimiento al manar desde la profundidad:
pullq, pullq, como el hervir de agua en fuego, cuya filtración es natural
internamente de la cima de Qaraqocha, una extensa laguna empozada en roca forma
de una muchca bruñida con llaneza.
El
chicuhi, al ser sitiado por la puctay y la chirapa, perdió su fardel, lleno de
fiambre de cantsa, queso, charqui, shinti, cuhuaypapa, cansado de buscar, taciturno
a sollozar sobre las qehuas, los arbustos de taya, taulish.
Un
momento después con asolación, baja la cabeza al manantial de encanto a beber
la dulce agua, en eso vío cosas lindas con el burbujeo constante: golillas,
diamantes, perlas nacaradas y piedras preciosas, se quedó sin habla, un
acontecimiento pasmoso en sigilo.
Realmente
es así, sí, estas solo y te atreves a beber agua, ves maravillas, quedas
atónito, inverosímil, es una verdad.
Como
en un sueño se abrió la puerta del cerro de roca grisácea, en la que aparece
una mujer hermosa atildada con la corola de flores, de pie en agua del manantial,
una ricura fémina de cabellera rubia, piel rosada de cuyos labios aparecían
sonrisas deslumbrantes, vestida de velo irisado. Pues, ella jovial, la tomó de
la mano del cándido Rondolino, con afecto diciendo:
–Pullaqsito.
¿Por qué lloras tanto?
Dime angelito.
Al mirar largo rato, límpiose sus lágrimas, contemplando la hermosura de
la diosa, respondió:
Mamay, mamay, manami, manami.
Con miedo le miraba.
Dime: no tengas miedo. ella
le habló con cariño.
Sí, sí, si pues, es que yo
pis, he perdido mi runku con mircapa, sus ojos sollozaban al narrar. Ahora tengo hambre pis, acasito nomas he
perdido tooduu, no puedo hacer nada.
Ya, Pullaqsito, cálmate, no
tengas pena.
Ya no llores más, sí. Vamos
a mi castillo, de las manos ingresaron al interior. Allí tienes toda clase de
comida.
¡Uh! ¿imata kay?
Ciudadela
fastuoso de paredes pulcramente enjalbegadas con florales de ígneas de rico
aroma, un jardín de alfombra fúlgido: comidas, frutas tan deliciosas para
saciar el hambre, el chiuchi, contemplaba más la hermosura de la sílfide en sus
labios aparecían una sonrisa cautivadora de shulalaq.
Sus
lindos rebaños, quedose afuera en el hoqu, al cuidado de su perrito diligente
yanash y las ovejitas con placidez saboreaban dulcemente la pábula del verdegal.
A
poca altura del cerro plomizo claro oscuro grises, observan adustos el pasar,
de cerca notamos la figura humana en un gesto de alzar vuelo y una cruz al
fondo rústica en alto relieve. Con el frío del atardecer al hacer el rodeo de
los becerros y los huachis, al pasar por el rincón del riachuelo que corre por
el pie de la qaqa, de costumbre desde nuestros ancestros y bisabuelos, hacemos
una cruz en la frente en señal de alabanza a los Apu. Apreciamos una gran
diversidad de flora y fauna típica del lugar. Con un dejo de pena en rostro de
los padres aldeanos, creyeron que el hijo se había ahogado al beber agua del
puquio de pullaq, y el cerro se lo había llevado, taciturno y con lágrimas
andinas llamando al viento:
“Rondolinooo, rondolinoooo… maychota
caykanqui”.
Con mucho afecto preguntaba al fiel
amigo “yanash”: Maytaa huahualaa, pitaq apacushqa.
Taytituy, hircatunacuna,
cuyayhuambralata hoqrayco, canan piraq cuyamashun, pihuanra cahuashun,
huambralaoo, ¡Chichepis nanacuykan!
El
yanash gemía agudamente moviendo la cola, lamiaba agua a cada instante y
aullaba con nostalgia sin consonancia con los trinos del liculicu y andorinas.
El
padre qatipaba con la hoja verde, llamando al hijo perdido, se dispone a
descansar en la sombra de pullaqpuquio y dejó de existir con ataque fulminante
al corazón. Entre lágrimas y gritos fue enterrado en el sombrío de taya; la
materia se vuelve inerte, la causa es por la pérdida del adorado hijo, el
efecto es la muerte, una interpretación dialéctica de las categorías de causa y
efecto.
“El amor de los padres a los hijos, es
eterno”. En momentos de angustia salieron los dos de la mano
desde el recóndito del cerro, una bella mujer de ojos celestes, cubierto de cendal
albura. La madre se desmayó, al reaccionar con lágrimas en los ojos y gritos prolongados
de rodillas clamó; con las gracias:
Taytahirca, papachitu, huahualasunn, huahuachita
maychotacarquyki y los abrazos al calor del día de gloria.
Huambralao, pasaypami llakirqu lapan
hircacunata ashir kay yanash alquntsihuan, taytaykipis aucushtaa ishcalantsichi
tarashun huachintsihuan, yanashitantsihuan. ¡Ah shonqola!
Las
ovejas estaban por su cuenta ni se asomaron los raposos y, la vaca enjalmada
había rodado en hancacuta, alegremente tragado por los cóndores, solamente
recogido una parte por doña Uqtacha, la cabeza, el pellejo y los pies de la
res.
Luego,
la doncella abrazó a los dos y les dijo: Ya no lloren más, les acompañaré en
todo momento, llámanme, estaré muy atento.
¡Cuídense!
El
pullaq chiuchi, daba poca importancia a las quejas y tristezas de la madre, más
bien pensaba y soñaba en la hermosura de la doncella y los tesoros que había
dejado y le dijo a su querida mamá:
Esa
linda mujer es buena, tiene bonito castillo con adornos de mil colores y los
urpus hirviendo, he comido ricos panes, dulces, frutas, hemos jugado en el
jardín maravilloso, cantando y saltando con los pishqus y las pilpish.
Al
escuchar el llamado de ustedes ella me dijo:
Pullaqsito, ven escucha tus padres están
llorando, te buscan por todos lados, lo mismo tus ovejitas y tu amiguito.
Debemos salir antes que llegue el Rey; desde ahora serás mi buen amiguito y
tendrás muchos regalos en mi día de mayor vigor y hermosura.
A rutilante
luz, se abrazaron tiernamentre.
Rondolino,
se despidió con terneza de alma tan magnifica de la cautivadora mujer con un
ósculo en la mejilla rosácea y unas flores de rimarima.
“Los
padres están con los hijos amados y la naturaleza todos los días hasta el final
de lindos tiempos. Sí, perdemos a ellos que trajimos al mundo, piadosamente
sufrimos, derramamos lágrimas centellantes y con las espinas lacerantes” Los
hijos es como las flores del jardín edénico.
LOMA
DE LAS BRUJAS
Era
el anochecer, el arroyo rugía como nunca, en un ambiente de una temperatura
cálida, cuyo relieve de su suelo verdor era llano, se escuchaba una voz
tronante dilatada.
Riéndose
de las brujas, el Labriego afable y corpulento se echó para atrás en el asiento
de un tronco, parece que iba a caerse. La sombra se le metía en los huecos
profundos de los ojos y en la boca y me daba miedo mirarlo. Estuvo riéndose con
gozo y después se golpeó los muslos con las manos toscas mascándose con las
uñas abundantes.
El
papacho Juanico y Matiaco se pusieron a decirle las cosas de la loma: lo del
teniente Huaranqu y de la arrichona Espicha. El aura movía el toldo de la
tsuklla y las sombras, corriéndose de un lado a otro por las pirqas, no me
parecían sombras sino algo vivo de un ser gigante filisteo, cubierto de crin.
Si
se aparece alguna, voy a hacer plan de las brujitas, dijo el labriego en alta
voz.
Pues,
yo no sabía qué era aquello de plan.
En
seguida, Juanico renegón como el berraco se puso a contarle lo del ahorcado con
traje de pelotero que apareció en la loma de taulipata y él estuvo oyendo en
silencio; sin dejar de sonreír. Preparó un mechón de la qansha y se fue. Desde la puerta vimos la luz moverse en el medio,
por momentos parecía temblar cuando pasaba entre las hojas.
A lo
mejor no lo vemos más dijo el viejo gala putu. ¡Oh! Ya tiene encima la
maldición de las brujas chamicas dijo el papacho.
La
chacuan salió de la choza humazo preguntando que sí le habían dejado ir. A ése
no había quién lo parara, palabra dicha de Juanico. A lo mejor no tiene miedo y
no le pasa nada.
Él es
un hombre recio, Mariacha, dijo tayta Juanico.
Matiaco
y Juanico se fueron; la mamá y papá siguieron hablando a luz de la tulpa. Al
que más le dolía todo era a Teobash, porque Luchu siempre jugaba más con él que
con nosotros.
¿Y
para dónde se lo van a llevar, mamá? Preguntó con la voz al igual que llorar.
Se
metieron a la choza y yo me tiré en la satcras. Juanico, del otro lado, estaba
diciendo que con las brujas nadie debe jugar ni tirar a broma al más allá.
Teobash empezó a llorar al igual que la Magdalena y dijo: que si las brujas
ranyas le hacían algo a Luchu, él le iba a meter candela a la loma hechiceresca.
Sentí
el golpe fuerte que Juanico le dio.
¡Cállese
caraju!
¡Jaa, jaaa!
¡Buqs,
buqs, buqs!
Me
puse a dar vueltas en la satcras hasta que me levanté. Me había acostado con la
ropa y hoqush shucuys: a lo mejor yo
también tenía encima la maldición de las malignas brujas. Me sonaba el corazón
en los oídos.
La
tsuklla solamente tenia un cuarto y ahí dormíamos todos como animales qonu,
qonu, con Teobash y Hualichu, mientras Luchu y yo dormíamos aquí afuera junto
con los perros bravos, él en su satcras y yo en la mía y de noche, oyéndole
respirar, roncar, estaba seguro de que él tenía que oírme a mí. Saqué dos
terradillos de la pared el cuchillo del Labriego y me llevé dos ponchos de
lana. Salí con el cuchillo levantado y me pareció que no tenía miedo,
llevándolo así, pensando que con él iba a poder rajarme con las brujas cuando
se aparecieran.
Fui
tropezando con las hierbas, raíces, piedras y las espinas hasta luylurumi y allí
encontré la qansha de Luchu, pero a él no le ví y empecé a oír ruido de las
ramitas que se partían, los silbidos, de gente hablando en voz bajito. Me
parecía que la llama de la qansha no era amarilla, sino un poquito azul, y que
eso tenía que ver con las brujas. Me entraron ganas de orinar, por tragar
tumshun.
¡Oye,
shay! Me dijeron desde lejos. Levante mi pantash sin pitsakur mi tsiqui.
Y
antes de correr vi que era Luchu. Me pasó una mano por la cabeza.
¡Shay!
Le traje chilpi poncho,
Luchu le dije y otro ratash para mí.
Él
se estaba riendo y a mi me temblaban los labios de tanto frío. No me los podía
aguantar ¡Que beshcha!
¿Tienes
miedo? Me preguntó.
¡No,
no shay!
Yo
sí, estoy sudando, agua goteando por mi iski rani.
Seguía
riéndose. ¿Hay brujas?
Serán
lindas, para shiprarlo.
He
visto un bulto, me pasó una mano por la frente. Un chorro de brujas. Tú hacías
ruido como para más.
Cogió
el bulto que yo tenía en las manos y me dijo que me fuera. Nos pusimos a
discutir hasta que le dije que caminando hacia acá había otro ruído muy raro y
que no me iba a ir ni aunque me jalaran.
Nos
sentamos en los ponchos y él se puso a decirme que eso de brujas era un cuento
más que nadie debía creer, que sólo había piedras y que el resto eran boberías
salidas de la cabeza de la gente chusma de ninshi.
¡Ha
granputa!
De
vez en cuando se quedaba muy quieto, con la cabeza levantada y cuando le
preguntaba, decía: No, no, nada, manami.
Después
nos pusimos a hacer cuentos le hice el de puruys y sonrió muchísimo. Un cuento
que asiduamente me salía bien. El hizo cuento de un kulcush que aprendió a
volar y que era bueno. De tanto hablar de los cuentos nos dolía la quijada de
reírnos como las chupilonas.
En
un momento la ladera se llenó de gritos acojonantes, la luz de la qansha
alumbró las hojas que se movía igual un codo, una rodilla y un sombrero alado:
El de papá gritaba él también lo hacía mamá y los demás. Matiaco traía una cruz
de madera en las manos, para asustar a las brujas.
El putu
Juanico ni siquiera preguntó que si habíamos visto brujas. Corrió hacia mí y me
dio un manotazo en la cara dejando huella y, cuando me eché a correr, me dio
una patada en mi yana tsiqui, grité como una arrichona, buscando hacerle creer
que me había dado, que ya no dolía.
El
tayta, luego de largarnos estaba en la piedra grande, amolando el machete,
cuando llegó la huaqra Naticha: El enderezó cuerpo y la miró profundamente,
masticando la coca como la cabra:
¿Qué
pasó, Naticha?
¡Ima!
Ama peqata nanasimuytsu.
¡Ah!
Caraju, las brujas. Se volvieron locas anoche. Prendieron una luz en hanapata y
se pusieron a darle vueltas, bailando, riendo y ishpando. En seguida parece que
cogieron a alguien y le cayeron a torturas.
¡Qué gritos!
Tan
aterradores.
Ya
se lo dije a todos ustedes: que nos mudamos de la estancia. Cualquier día o
noche, le hacen algo daño a uno de nosotros.
¡Qué
horror!
Tenemos
que irnos antes que nos devora las huacras y dejarlas dormir en el
estremecimiento póstumo de los huracanes.
CHUMAQLA
UCUSH
En
la habitación de adobe antes siempre abrigado, un lindo nidal, no sólo vivimos
con la amada familia, igualmente con los amigos más fieles y tiernos: los
libros.
Ya
observamos con los ojos brillantes en el humilde cuarto del rincón rojo las
consecuencias de una visita que tuvimos a noche.
La
presencia de un Tribuno cortés que se presentó sin la invitación nuestra.
Te
diste cuenta que sobre mi mesa de trabajo, dejó un montoncito de papel,
resultado de la acción de sus diminutos pero muy efectivos dientes níveos.
No
podemos negar que esto nos disgustó hasta exasperar, varias páginas de los
preciosos libros fueron deterioradas por el visitante nocturno, el Señor Ratón
de color habano que, sin necesidad de vela ni linterna, abrió la puerta
principal, entró en la habitación, subió a la mesa con mucha facilidad y se
puso a trabajar más que un esclavo del Faraón a oscuras en el mismo lugar en la
que había estado trabajando también hasta la media noche.
Sin
hacer señal en baja voz, de galanura llegó alrededor de las dos de la madrugada,
ingresó a la casa, cierto0, porque sentí el reloj después que el animalito me
despertó.
¡Ah!
Bostezando, el carricito me hizo interrumpir lindo sueño de una hembra erial de
pechos abultados como las dos montañas más hermosas rico para mamar y un
puquial en flor cubierto de vellos chispeantes como el roció de la diana, aún,
saciar el idilio al calor de la cueva de oro.
¡Mishki uchcu!
Al
prender la vela, llegué a verlo al chumaqla Ucush. Traté de espantarlo, no pude
por la tierna sonrisa que me ofreció, un buen Amador.
Toda
la molestia pasó como la ráfaga del aire, el ratoncito me miraba con los ojos
penetrantes y el brillo de sus bigotes finos.
¡Ratoncito, haz lo que debes hacer!
Hemos
pensado serenamente en nuestro visitante noctívago y las razones de su amical
visita.
Con
afecto le he escrito un ramillete que esta noche a luz de luna le dejaré en la
mesa de trabajo proletario rubicundo.
Guardando mis libros.
lindos amigos de siempre.
Con
carraspera graciosa, escribí a péndola encendida de esta manera:
Hermoso ratoncito,
anoche
resplandeciente,
me hiciste despertar
de un sueño tostado;
dejaste una
encomienda,
en la mesa de madera
derruido;
papeles picaditos
que me hizo molestar,
y sudar azabachemente.
Hoy pienso y te
pregunto a buenas:
¿Verdad ratón
travieso, que cuando con tu ruido menudo
a este viejo renegón,
interrumpiste el
lindo sueño,
lo que tú bien
querías
era en vez de estar
solo
al igual que una
planta sin ramas,
buscar mi compañía?
Aquí estoy de pie
como el árbol nativo.
¿Es cierto que cuando
ansioso
devoraste mis páginas,
hiciste picadillo
no quisiste hacer
daño?
Mi buen lauchita,
pienso en algunos
momentos
lo que demostraste
con esa diablura de
las sílfides,
fue tu amor por los
libros,
por los conocimientos
inagotables,
y anhelo de la cultura
popular.
Sólo que los ratones
Chiquilines sutiles
como tú,
son impacientes
azogue,
en vez de ojear
sombras cavernícolas;
al libro precioso,
atisbar
con ojos de búho,
y al reflejo de la
realidad,
para cambiar lo que
hay,
aproximar lo que nace
y lo que debe ser
la luz del alba.
¡Se comen el papel
con todas sus bellas letras!