miércoles, 11 de noviembre de 2015

NOCHE OSCURA

*Por: Ken Sánchez

Huarás, noche del 31 de octubre; después de varias meses de ausencia en la Capital de Belleza Natural, luego de encontrarme con un amigo de muchos años de amistad, muy sorprendido me llega a contar que hoy, en la noche habrá visita al Cementerio, yo, pasmado no se hizo esperar mi respuesta de sorpresa: ¿cómo? Y, a quién se lo ha ocurrido tal semejante cosa?

No pude salir de tal sorpresa hasta que me animé visitar a aquella visita programada y organizada por la municipalidad de Huarás; la Municipalidad realizó dicho evento con motivo de festejarse la noche de brujas o también conocido como Halloween, costumbre de origen en una festividad céltica conocida como Samhain, que deriva del irlandés antiguo y significa fin del verano; Los antiguos britanos tenían una festividad similar conocida como Calan Gaeaf. En el Samhain se celebraba el final de la temporada de cosechas en la cultura celta y era considerada como el «Año nuevo celta», que comenzaba con la estación oscura.






Los antiguos celtas creían que la línea que une a este mundo con el Otro Mundo se estrechaba con la llegada del Samhain, permitiendo a los espíritus (tanto benévolos como malévolos) pasar a través. Los ancestros familiares eran invitados y homenajeados mientras que los espíritus dañinos eran alejados. Se cree que el uso de trajes y máscaras se debe a la necesidad de ahuyentar a los espíritus malignos. Su propósito era adoptar la apariencia de un espíritu maligno para evitar ser dañado.


Otra práctica común era la adivinación, que a menudo implicaba el consumo de alimentos y bebidas, e incluso en Asturias se celebraban banquetes en las tumbas de antepasados.

Los inmigrantes irlandeses transmitieron versiones de la tradición a América del Norte durante laGran hambruna irlandesa.
El día se asocia a menudo con los colores naranja, negro y morado y está fuertemente ligado a símbolos como la jack-o'-lantern. Las actividades típicas de Halloween son el famoso truco o trato y las fiestas de disfraces, además de las hogueras, la visita decasas encantadas, las bromas, la lectura de historias de miedo y el visionado de películas de terror.
En los países de Latinoamérica se acostumbra a salir por la noche con los niños más pequeños disfrazados a pedir dulces y cantando. Los mayores suelen acudir a fiestas nocturnas después de llevar a los más pequeños a pedir dulces. También para los niños se hacen fiestas, aunque durante el día.
Luego de hacer una pequeña visita, nada nuevo de años atrás, disfraces, niños por las calles pidiendo dulces y uno que otras personas adultas con máscaras y maquillajes macabras caminaban por las calles oscuras, lo único que llamó la atención fue que aquella noche abrieron las puertas del cementerio Central de Huarás, los jóvenes y algunos que bordean mi edad, por la novedad, se acercaron a visitar el campo santo, caminaba solo por la Avenida Pedro Villón, me acercaba por donde se encuentra el centro inicial, lugar cuasi falta de alumbrado; desde la otra cuadra se podía distinguir la presencia de dos mozuelos de unos trece u ocho años, por la altura pude deducir, me iba acercando más y más, los jovenzuelos en un mar de carcajada que desbordaba quizá toda la avenida, ya junto a los niños, a un costado, pegado a la pared, en la vereda dos personas que yacían sobre el concreto lleno de pavor, ella con su faz lleno de espanto con la boca abierta que no podía gritar, solo con los ojos desorbitados señalaban con el dedo índice a los muchachos que se encontraban frente a ellos, su acompañante desmayado babeaba tumbado en un rincón de la calle.
En esas circunstancias pude reconocer a ella, si, ella, no sé si me pude reconocer en esos minutos, porque se encontraba en un estado de shock, pero me acerqué muy lento hacía a ella, la tomé de la mano sin saber qué hacer en esos momentos sino sencillamente pude conseguir un poco de agua que luego la hice beber y hasta que se calmó y a su acompañante lo llevamos al hospital y, ahí lo dejamos marchándonos nosotros a una peña cercano del nosocomio.
Que noche, noche que nunca olvidará por nunca jamás, la jugada de los niños y el encuentro inesperado conmigo; yo, que ni siquiera imaginé encontrarme con ella, porque cuando terminamos nuestra relación amical, lo terminamos de una manera terrible, una manera terrible que por meses no nos hablamos hasta que desaparecí de Huarás; por esos días me encontraba por ahí, sin pensar que aquella noche oscura nos uniera nuevamente, hasta que ingresamos a su acompañante al hospital, no nos dijimos ni una palabra, sencillamente atinó a decirme: hola, cómo estás? Eso fue todo lo que pude escuchar de sus labios palpitantes que esperaba un beso como la flor el rocío, sus ojos brillaban como lejanas estrellas en aquél espacio que de momento nos iba perteneciendo, entonces la invité a ir a la peña que se festejaba el día de la canción criolla, ella sin más reparo, dijo vamos.
Caminamos juntos como antes por la larga avenida Luzuriaga, quería decirlo cuan tiempo han pasado desde el día en que de la mano cruzamos esta avenida hacía su apartamento, pero ella dijo: calla, calla, no es momento ni el lugar indicado para hacer recuerdos que ya fueron, y, casi en un silencio sepulcral llegamos a la peña, ya en el interior la música tomó por asalto nuestros oídos de inmediato ella me dijo vamos a bailar, en medio de la pista por nuestras mentes pasaron unos y mil recuerdos cuando fuimos nosotros el ayer cogidos de las manos bailamos en ésta misma pista, bailamos otras canciones y, ahora en una distancia no muy lejos, marcábamos los pasos del vals.

Sentados en unas sillas viejas de madera ante una mesa de años nos cobijara, nos servimos unas cuantas botellas de cerveza helada de madrugada huaracina, gélida-abrigadora en una larga madrugada de recuerdos y horror, entonces me hizo mención sobre el momento espantoso en la que nos encontramos: Yo, nunca pensé encontrarte así como nos encontramos, yo hasta había pensado que habías muerto, porque son como cinco años que no veía, pero imaginaste mal, porque estoy frente a tus ojos que brillan como dos estrellas que se unen en un beso.


Llorando a orillas
del hombre
el sol viaja…

            El hombre viaja por todas las estaciones del tiempo como espiral surcando las imágenes perdidas en el espacio, así me fui caminando los caminos que recorre el mundo, caminos que abrazan las cumbres, caminos que traspasan los andes, caminos que surcan los bosques, caminos zarpan el frio, la calor, el hambre, la sed y demás vicisitudes que nos conduce al fin de nuestras vidas.
           
            He caminado muchas distancias llevando tu imagen a la espalda pensando algún día encontrarte, pues en el momento menos indicado nos encontramos y ahora estamos aquí, libando un vaso lleno de cerveza recordando momentos en que nos unió esos días que nunca jamás olvidaré a esa chica, aquella mujer que encadenó mi alma por completo, a ella que envenenó mi alma de amor y cariño, a aquella mujer que robó a mis pies los domingos, a la que me robó los feriados a mis ojos, a mis manos los colores robó, a ella, sí, a ella, la Negra de siempre que duerme en mis recuerdos como los años en los almanaques días tras semanas y meses y años.

            Las horas ya se encontraban en pos del encuentro con la mañana; hablamos de muchas horas y mil días desde que nos separamos, desde en que terminamos y nos dijimos nunca más en mi vida quiero verte, así diciéndonos nos alejamos de nuestras vidas, todo quedó atrás ahora, ahora somos dos personas maduras y profesionales que viéndonos no pasaríamos como hipócritas, ya no, ya no huiremos más, porque siempre hemos sido un solo alma, un solo mirar, solo sueño que no quiere romperse, pero, solo queda en el recuerdo y nada más.

            Le propuse salir, demos una vuelta por la plaza y luego vamos tomar un caldo de cabeza, pero ella como siempre con una imaginación tentativa replico: no querrás ir a otro sitio, como a un hotel?, entonces yo sin esperar la rebatí: y porque no!, entonces nos miramos a ojos por varios minutos sin decir palabra alguna, nuestros labios se juntaron en un beso tierno al amanecer y nuestros brazos se entrelazaron y nuestras piernas nos condujeron hacía a un hotel conocido por casi toda la generación Huaracina.

            Cuando estuvimos por ingresar al sombrío secreto de alma sedientos de amor, de sus labios se desbordaron como catarata palabras que me llegaron a reventar al oído tranquilo que seguía los pasos tiernos:

            .- Mierda, van ser las seis de la mañana, mis hijos, mi marido!

            .- ¿Cómo, tus hijos, tu marido?

            .- Sí, mi marido, es el que anoche llevamos al hospital y mis hijos están solo en casa, ya van a despertar y al no encontrarme… me voy, otro día nos encontramos…

            Se montó a un taxi toda desesperada como la noche anterior la encontré, pero esta vez la desesperación era por su marido e hijos, y, en lontananza desapareció y yo aquella noche me subí al bus que me condujera a la capital y, ya no sé más de ella, cuando será ese otro día.


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